Soy una mamá treintona que no sabe cocinar, lavar a mano ni coser

Hace unos días mientras lavaba ropa -en lavadora por supuesto- pensé en mi madre y mis tías. 

Siempre las escuché enorgulleciéndose de que no tenían ropa percudida en su closet, de que los paños de tela de sus hijas siempre estuvieron blanquísimos. Pensé que no soy de esas mujeres que logra el blanco perfecto con una lavada a mano y sentí un poco de envidia por las habilidades de esas “mamás de antes”.

A mis 33 años temo que a mi hija se le rompa su suéter favorito o algo así, porque no sería capaz dar unas bonitas puntadas. Sí o sí ya debo ir mirando una modista de confianza hasta para cuando necesite dobladillos.

Esta es una realidad: muchas mamás treintonas nos vemos abrumadas por las tareas del hogar. Y en este punto, confieso que tampoco sé planchar y que me aterra la olla presión, por lo cual nunca he logrado que se me ablanden los frijoles. 

No hablo por todas las mujeres obviamente, porque conozco algunas de mi edad que pueden conseguir unos frijoles rojos perfectos y planchadas excepcionales. A ellas debo decirles que las admiro y que tienen ya ganada una buena parte de las labores de mamá ideal.

Las mamás de hoy estamos bajo presión constante si queremos seguir trabajando. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Colombia, la posibilidad de acceder a un empleo se reduce a medida que las mujeres deciden tener hijos. Nosotras debemos resaltar como buenas madres, buenas esposas, buenas profesionales … pero en situación de desventaja. La OIT dice que la participación laboral de las madres es de 55% mientras que para quienes no lo son, la cifra llega a 62,1%.

¡Y eso que hemos avanzado! Ahora imagínense la situación de nuestras mamás, años atrás.

Soy de las que cree que la ayuda de madres y suegras en la crianza de nuestros hijos los primeros años es fundamental, pero no es su obligación; ya mucho hicieron por los suyos. Si somos madres trabajadoras es necesario tener la ayuda de una niñera y ese es un proceso temido para cualquier madre primeriza: ¿quién se quedará con nuestros hijos?, ¿los tratarán bien en nuestra ausencia? ¿podremos pagarla?

¿Saben? Nuestras madres, abuelas y tías están allí para seguir educándonos aunque ya hayamos crecido y aún así creo que no las valoramos lo suficiente. Lavar perfectamente nuestra ropa, cocinarnos, incluso complacernos, perfeccionar sus habilidades para que estuviéramos siempre impecables y sobre todo educarnos junto a uno o tres hijos al mismo tiempo, no creo que haya sido tarea fácil. Tuvo que hacerse con verdadero amor y esfuerzo.

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