Si bien años atrás había una probabilidad más baja de que las mujeres adultas jóvenes desarrollaran cáncer de mama, estudios y estadísticas más recientes han destacado que, desafortunadamente, está aumentando la incidencia de esta enfermedad en la población de 40 años o menos.
“Sobre el autoexamen, por ejemplo, yo antes decía que las mujeres mayores de 40 años debían hacérselo, hoy en día les digo a las mujeres que se lo practiquen desde jóvenes. Tengo pacientes de menos de 20 años con diagnóstico de cáncer de mama”, apunta Jorge Zaccaro Arregocés, cirujano oncólogo de Quimiosalud, institución aliada de Coosalud EPS.
Y agrega: “En la actualidad, ya podemos clasificar los tumores en luminares y no luminares. Los del primer grupo son los de mejor pronóstico, se presentan generalmente en personas mayores; mientras que los segundos, que tienen mutaciones genéticas, son los más agresivos y aparecen en su mayoría en mujeres más jóvenes”.
Teniendo en cuenta este contexto, resulta pertinente hablar acerca de la posibilidad cada vez mayor de que existan mujeres diagnosticadas con cáncer de mama que aún estén en edad fértil. Entonces, ¿enfrentar esta enfermedad, con todas las implicaciones que trae, es también una sentencia para renunciar a la maternidad?
Los expertos consultados por Coosalud coinciden en que un diagnóstico de cáncer de mama no representa una limitante para aquellas mujeres con intención de procrear. “Ser diagnosticadas no debería ser un factor para desistir de la maternidad. Los ovarios siguen siendo funcionales en muchas mujeres después de completar los tratamientos de quimioterapia e incluso de hormonoterapia”, resalta Zaccaro.
Aun así, Manuel Dangond Acosta, oncólogo clínico de Quimiosalud, hace énfasis en la importancia de tener acompañamiento médico para evitar complicaciones. “Lo que hay que tener presente es que el tratamiento contra el cáncer, del tipo que sea, durante el primer trimestre de embarazo definitivamente sí está contraindicado”. A partir del segundo trimestre, una mujer puede completar su proceso de gestación y mantenerse en tratamiento oncológico en simultáneo sin ningún problema.
“Después de esos tres meses, la mayoría de los tratamientos que tenemos disponibles, las antraciclinas, grupo al que pertenecen tratamientos como la doxorrubicina; y los taxanos, como el paclitaxel y el doxetacel, pueden ser utilizados de forma bastante segura durante el embarazo, pero es importante que sean suspendidos un mes antes de culminar la gestación, para evitar efectos secundarios al momento del parto”, complementa Zaccaro.
La vida abriéndose paso
Aunque hay casos excepcionales, como el de Miriam Rincones, una afiliada a Coosalud que dio a luz a un bebé sano aun cuando mantuvo su tratamiento por cáncer de mama durante los primeros meses de gestación, pues desconocía su estado de gravidez.
“Yo empecé a sentir maluqueras, cosas normales que me producía la quimioterapia, me ponía a vomitar, me mantenía con muchas náuseas, con mareos… y pues, pensaba que esa era la causa. Pero como me hacen chequeos cada seis meses, en uno de esos me mandaron un examen de abdomen total y le dije a mi doctora que me sentía con el vientre muy grande”.
“Me he puesto muy barrigona, me da miedo que tenga un tumor, que tenga algo más”, le dije. Ella decidió revisarme a profundidad y mi sorpresa fue enorme: ‘Miriam, si tú supieras qué tienes en la barriga’, me dijo, y cuando le pregunte si era cáncer otra vez, me dio la noticia: ‘No, tienes un bebé. Tiene seis meses y es un varón’.
Miriam quedó en shock. La recomendación médica inicial fue practicar una interrupción del embarazo, porque era muy probable que la salud del menor hubiese resultado afectada por los procedimientos. “Me remitieron al ginecólogo, él me revisó y me dijo que el niño estaba muy grande y no se atrevía a sacarlo. Si Dios permitió que él estuviera ‘camuflado’ hasta este día, es porque tiene su propósito para él, me dijo. Entonces decidí: lo voy a tener, porque yo sé que el niño está bien”.
El paso siguiente fue suspender el tratamiento mientras Jesús David, como lo nombró, llegaba al mundo. Esa fue la orientación médica, pues el bebé había estado expuesto desde su concepción a los tratamientos contra el cáncer. A Miriam le ordenaron una ecografía especializada para ver el estado de su hijo y en adelante asistió a controles prenatales con regularidad. Todo marchó sin contratiempos hasta que se indujo el parto a las 36 semanas.
Tras una cirugía, 15 quimioterapias y 25 radioterapias, Miriam fue declarada libre de la enfermedad y ahora toma una pastilla de quimio oral todas las noches y asiste a revisiones cada seis meses para confirmar que el cáncer esté controlado.
Mirarse en el espejo, una moda saludable
Aun cuando esta es una historia con final feliz, la indicación de los especialistas es que, en lo posible, las mujeres que superen un tratamiento por cáncer esperen al menos dos años tras la culminación de dicho tratamiento antes de considerar embarazarse.
En esa misma línea, concuerdan en que los cuidados que debe tener una sobreviviente de cáncer de mama no varían entre una mujer que planea ser madre y una que no: primero, hacerse el autoexamen mensual ocho días después del periodo menstrual, asumirlo como una moda que permite a la mujer tener la certeza de que todo está bien y detectar a tiempo cualquier anomalía, y así evitar que si reaparece algún nódulo se identifique en forma tardía.
Y, segundo, asistir a las consultas de seguimiento, cuya periodicidad depende del criterio del médico tratante, a través de las cuales se verifica que todo esté bajo control.
Acerca de si es seguro amamantar después de haber estado en tratamiento, Dangond puntualiza: “Es seguro y necesario. La lactancia es un factor de protección para el niño y un factor de protección para la mujer. El riesgo de cáncer de mama disminuye casi en 4 por ciento en una mujer lactante frente a la no lactante. Es importante que se haga. Sólo hay que tener algunas precauciones con respecto a algunos medicamentos que pueden atravesar la barrera y sería necesario suspenderlos”.
Por último, los expertos son optimistas acerca de los avances que han surgido en los últimos años en materia de diagnóstico y tratamiento de cáncer de mama y otros tipos de cáncer, pues destacan que las opciones cada vez son menos invasivas y mejoran el pronóstico, la sobrevivencia y la calidad de vida de los pacientes. Recalcan que, no obstante, el mayor reto está en fortalecer la detección temprana.