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Países de ingresos bajos tienen 7 enfermeros por cada 10 mil habitantes; los que hay se sienten sobrecargados laboralmente

El mundo necesita más enfermeros, pero más allá de la cantidad, necesita profesionales capaces de responder a las complejas demandas del sistema de salud y a las demandas de salud de la población actual.

En el Día Internacional de la Enfermería, el mundo enfrenta una crisis silenciosa pero crítica: la escasez de personal de enfermería. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que para 2030 habrá un déficit de 4.5 millones de enfermeros y 0.31 millones de parteras, sumando un total de 4.8 millones de profesionales de la salud necesarios para alcanzar la cobertura sanitaria universal.

Actualmente, existen aproximadamente 29 millones de profesionales de enfermería en todo el mundo. Sin embargo, la distribución es profundamente desigual: los países con Índice de Desarrollo Humano (IDH) muy alto cuentan con 95 enfermeros por cada 10,000 habitantes, mientras que las naciones con IDH bajo apenas alcanzan 7 por cada 10,000.La Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 20 por cada 10.000 habitantes.

A este déficit se suma un fenómeno menos visible, pero igual de alarmante, el desgaste profesional o burnout, que afecta el bienestar y la permanencia del personal en el sistema. Estudios recientes han identificado en Colombia una prevalencia de burnout del 5,9 % entre los profesionales de la salud. Aunque esta cifra es menor a la de otros países latinoamericanos, pone en evidencia condiciones laborales que, de manera persistente, generan altos niveles de exigencia y afectan el bienestar de los profesionales.

En ese panorama, la discusión ya no es solo cuántos enfermeros necesita el mundo, sino cómo los estamos formando. Y en ese punto, varias voces coinciden que ya no basta con una visión técnica del cuidado, se requieren enfermeros capaces de innovar, trabajar en equipos interdisciplinarios, usar tecnologías en salud y atender desde modelos centrados en la persona y la familia. Los pacientes de ahora viven más, pero con más comorbilidades, son más exigentes y habitan contextos muy diversos. Necesitamos profesionales con pensamiento crítico, sensibilidad social y capacidad de resolver problemas de forma rápida y efectiva”, afirma Miguel Antonio Sánchez Cárdenas, decano de la Facultad de Enfermería de la Universidad El Bosque.

Esta necesidad ha comenzado a permear las aulas. En la Universidad El Bosque, por ejemplo, el enfoque de formación en enfermería ha sido reorientado para integrar desde etapas tempranas una mirada biopsicosocial, cultural yética centrada en el paciente y su familia. Desde el inicio de la formación, se promueven habilidades como la empatía, el reconocimiento del entorno del paciente y el uso reflexivo y concertado de la evidencia para el cuidado. Estas competencias se desarrollan a través de escenarios de simulación, discusión de casos reales y análisis crítico y reflexivo en el aula y en los escenarios de práctica.

Debemos formar profesionales capaces de comprender el entorno del paciente, identificar señales de alarma, interpretar aquello que no se dice y brindar un cuidado respetuoso y digno. Estas competencias requieren una formación intencionada desde el inicio mismo del proceso formativo”, enfatiza Sánchez Cárdenas.

La urgencia también es demográfica. La OMS proyecta que la población mundial de personas mayores de 60 años se duplicará para 2050, lo que incrementará la demanda de servicios de salud, especialmente en atención domiciliaria y manejo de enfermedades crónicas. Esto implica una mayor carga para los servicios de salud y una demanda creciente de atención domiciliaria, cuidados paliativos, acompañamiento emocional y manejo de enfermedades crónicas. Todos ellos escenarios donde la enfermería tiene un rol central, que requieren competencias distintas a las tradicionalmente enseñadas.

Además, con el avance de la salud digital, la inteligencia artificial y los nuevos modelos de atención comunitaria, la profesión también enfrenta un cambio de paradigma. “La tecnología puede ayudar, pero nunca reemplazará la sensibilidad humana. Por eso, formar a profesional de enfermería hoy exige combinar ciencia, tecnología y ética del cuidado de forma transversal”, añade el decano.

En ese sentido, los cambios en la formación no responden solo a un ideal académico, sino a una realidad mundial. La reciente pandemia dejó claro que el eslabón humano del sistema de salud es irremplazable, y que un profesional de enfermería bien formado puede ser la diferencia entre una atención digna y una experiencia despersonalizada.

Este 12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería, el llamado no es solo a reconocer una profesión históricamente invisibilizada. Es también a repensar, con urgencia, cómo la estamos formando en un sistema donde cuidar —bien— se ha vuelto un acto diferenciador.

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