Multimedia Nutrición

La función del colesterol, un tipo de grasa cuyo desequilibrio afecta al organismo

En un contexto donde las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud, resulta urgente prestar atención a los factores que las desencadenan. Uno de los más determinantes, aunque muchas veces pasa desapercibido, es el colesterol elevado.

Aunque comúnmente se asocia con algo negativo, el colesterol cumple funciones fundamentales en el organismo pues es un tipo de grasa presente en cada célula y necesario para la producción de hormonas, la síntesis de vitamina D y la creación de bilis, entre otros procesos. El cuerpo puede producirlo por sí mismo, pero también se obtiene a través de alimentos de origen animal.

“El problema no radica en su existencia, el colesterol no es un enemigo, todo lo contrario, el cuerpo lo necesita. Lo que realmente afecta es el desequilibrio entre sus tipos y cómo nuestros hábitos alimentarios y de vida influyen en ese balance”, asegura Angelica Jurado Gómez, nutricionista dietista de Centros Médicos Colsanitas.

Jurado explica que existen distintos tipos de colesterol, con funciones muy diferenciadas:

LDL (lipoproteína de baja densidad): conocido como “colesterol malo”, puede acumularse en las arterias, formando placas que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
HDL (lipoproteína de alta densidad): llamado “colesterol bueno”, ayuda a eliminar el colesterol de los tejidos, transportándolo al hígado para su excreción.

Uno de los principales retos del colesterol elevado es su carácter silencioso pues en las primeras etapas no suele presentar síntomas claros. No obstante, cuando los niveles se mantienen altos durante un periodo prolongado, pueden surgir señales como fatiga persistente, mareos, tinnitus (pitos en los oídos), aumento de la presión arterial, xantomas (pequeños bultos amarillos bajo la piel) o dolor en las piernas. En casos más graves, incluso puede desencadenar un accidente cerebrovascular. Por eso, realizar chequeos médicos periódicos y exámenes de sangre es fundamental para una detección temprana.

Las personas con mayor riesgo de presentar niveles elevados de colesterol son aquellas con factores de riesgo modificables, como una dieta rica en grasas saturadas o azúcares refinados, el sedentarismo, el sobrepeso (especialmente con acumulación abdominal), el consumo de alcohol o tabaco, el estrés crónico y la falta de sueño reparador. También existen factores no modificables, como la genética, la edad, el género y los antecedentes familiares, que hacen aún más importante llevar un estilo de vida preventivo y consciente.

“La clave está en elegir alimentos que disminuyan la inflamación del cuerpo y favorezcan la salud vascular. Frutas y verduras como frutos rojos, espinaca, tomates o brócoli aportan antioxidantes; mientras que las grasas saludables provenientes de pescados como salmón, atún o sardinas, el aguacate, el aceite de oliva y los frutos secos ayudan a equilibrar los niveles de lípidos en sangre. También son recomendables los granos integrales, legumbres y la fibra soluble, presente en la avena, lentejas o manzanas, usar en los alimentos especias como la cúrcuma, el jengibre, el ajo o la canela aporta beneficios anti inflamatorios adicionales, agregaJurado.

Más allá del control del colesterol, una dieta bien diseñada y enfocada en la salud cardiovascular tiene beneficios integrales para el cuerpo. Mejora el control del azúcar en sangre, favorece la salud digestiva, ayuda a evitar atracones o comportamientos compulsivos asociados a la ansiedad y reduce procesos inflamatorios. Esto puede beneficiar a personas con riesgo cardiovascular, pero también a quienes padecen enfermedades autoinmunes o trastornos metabólicos. Incluso puede mejorar la apariencia de la piel y el bienestar emocional, al mantener estable la energía a lo largo del día.

Salir de la versión móvil