La doctora Blanca Alarcón presenta su libro “Cómo adelgazar y sanar a la vez”

Según el informe Enfermedades metabólicas: las epidemias del siglo XXI del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el 74% de las defunciones globales se deben a cuatro grupos de trastornos: cardiovasculares, cáncer, respiratorias crónicas y diabetes. Las afecciones cardiovasculares y la diabetes representan casi la mitad de estas defunciones (alrededor de 20 millones al año). La obesidad es un factor de riesgo clave para estas patologías, lo que convierte a las enfermedades metabólicas (obesidad, diabetes y cardiovasculares) en un problema sociosanitario global.

En este contexto, el libro “Cómo adelgazar y sanar a la vez”, de la Dra. Blanca Alarcón Menjura, ofrece herramientas que enseñan a los lectores a modificar la expresión de sus genes para prevenir y ayudar a sanar enfermedades metabólicas como el cáncer, la resistencia a la insulina, la diabetes, el sobrepeso, la obesidad, las dislipidemias, la hipertensión arterial y las cardiopatías. Teniendo en cuenta que el médico no puede actuar solo, necesita el apoyo de sus pacientes para controlar estas afecciones, que muestran un crecimiento alarmante tanto en diagnósticos como en muertes.

En esta obra se sugieren los siguientes hábitos para lograr una longevidad sin dolencias:

 Nutrición equilibrada: incluir los tres macronutrientes (proteínas, grasas y carbohidratos), asegurando que más del 70% de la comida sea natural.

 Hidratación óptima: priorizar la calidad del agua, filtrándola para eliminar contaminantes. También se puede hidratar con tés, infusiones, verduras, sopas y batidos. El color de la orina debe ser amarillo claro.

 Ejercicio: practicar actividad física diariamente o al menos cuatro veces a la semana. Realizar ejercicio nutricional cada 40 minutos a una hora para evitar trombos.

 Sueño suficiente: mantener una buena higiene del sueño, durmiendo de 6.5 a 8 horas. Entre las 9:30 p. m. y las 4:00 a. m. es más reparador.

 Controlar las emociones: las emociones fuertes, como la ira y el rencor, aumentan la carga metabólica y la inflamación. La ira puede causar problemas cardiovasculares.

“Para implementar estos hábitos de manera efectiva, es necesario que cada persona adquiera información verídica sobre la alimentación. Esta información debe ser sostenible en el tiempo y estar acompañada de la convicción para aplicarla con disciplina y responsabilidad, lo que permitirá establecer metas y objetivos que fortalezcan el bienestar general. Además, para alcanzar un cambio significativo en los hábitos alimenticios, las personas deben reconocer los errores comunes que pueden obstaculizar su progreso. Esto implica ser conscientes de las decisiones que toman y de cómo estas pueden afectar su salud a largo plazo”, comenta la autora.

Para esto, en el libro la doctora recomienda tener en cuenta los siguientes errores comunes, ya que al identificarlos se abre la puerta a una alimentación más informada y saludable:

 Falta de conocimiento: iniciar cambios sin la información adecuada o sin la orientación de un profesional experto.

 Creencia en dietas milagrosas: aceptar que existen soluciones rápidas y efectivas que en realidad no son viables.

 No realizar seguimiento: no registrar lo que se consume dificulta identificar qué alimentos son beneficiosos para cada organismo, ya que no todos son iguales.

 Elección de alimentos procesados: optar por productos altos en jarabe de maíz, azúcares, grasas trans y sodio, sin leer las etiquetas.

 Falta de diversidad: comer siempre lo mismo y no incluir variedad de alimentos puede llevar a deficiencias nutricionales.

 Uso de aceites refinados: cocinar con aceites proinflamatorios que afectan las propiedades de los nutrientes.

 Problemas con las porciones: comer en exceso o muy poco, especialmente en relación con la ingesta de proteínas, donde muchos suelen fallar.

Frente a estos errores, la especialista en nutrición sugiere las siguientes soluciones:

 Incrementar el consumo de antioxidantes y compuestos fitoquímicos, preferiblemente crudos y limpios, para preservar sus propiedades protectoras de las células.

 Mantener un equilibrio entre omega-3 y omega-6/9, ya que estos últimos, presentes en alimentos procesados, pueden causar inflamación sistémica.

 Combinar proteínas de origen animal con las de origen vegetal para satisfacer los requerimientos nutricionales y proteger la masa muscular.

 Regular la ingesta de potasio y sodio para mantener el equilibrio hídrico y ácido-base en el organismo, lo cual es esencial para la prevención y sanación.

 Incrementar el consumo de alimentos ricos en calcio, magnesio, potasio y vitamina D, que trabajan en sinergia para mantener la salud ósea, muscular y del sistema cardiovascular.

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